Esta Semana Santa, como muchos en todo el mundo, me duele el alma. Mientras me preparaba para la Semana Santa de este año, me encuentro conectándome con la incertidumbre emocional que subyace en los relatos de los Evangelios sobre la muerte de Jesús. Me ha dolido el alma junto a los que caminaron con Jesús, lo amaron y, al seguirlo, en ese momento encontró inquietud.
Leo nuevamente las oraciones en el jardín por un rescate físico que no ocurrió, multitudes dispersándose ante la incertidumbre y crisis de identidad en el espejo de la autorreflexión. Las Escrituras registran líderes que desvían la culpa y se lavan las manos de la responsabilidad, las presiones ejercidas sobre un gobierno para emprender acciones en nombre de la seguridad y la religión, y de los bienes divididos por lotería. Los Evangelios narran lágrimas que se derramaron a la distancia, mientras se pierde a un ser querido; gente corriendo, pero sin saber cuál es la mejor manera de avanzar; y un cambio en la apariencia resucitada de Jesús, pero a una forma que aún no puede ser completamente aceptada. El primer anuncio de Pascua se dio en el aislamiento de habitaciones superiores y casas cerradas.
Jesús dijo, “¡La paz sea con ustedes!” (Juan 20:19).
Si se encuentra esta Semana Santa con oraciones inciertas, una identidad cuestionada, liderazgo público dividido, agotamiento por correr, luto por ver a sus seres queridos sufrir y morir a distancia, y aislamiento en su hogar, escuche nuevamente las palabras de Jesús pronunciadas esa primera Pascua en contexto así, “¡La paz sea con ustedes!” Jesús entiende. Jesús ora con nosotros cuando lloramos por la noche por un rescate personal y físico que podría no ocurrir. Jesús camina con nosotros cuando luchamos y tropezamos con montañas insuperables. Jesús viene a nosotros cuando nos reunimos en nuestros hogares individualmente. Jesús abraza el sufrimiento del mundo cuando abre sus palmas, expone su costado y nos invita a tocar las heridas mismas del daño, el dolor y la muerte.
Dos veces el Evangelio de Juan registra: "Jesús vino y poniéndose en medio de ellos les dijo: “¡La paz sea con ustedes!"" (Juan 20:19, 26) ¿Permitirías que la verdad de la paz te cubra? ¿Sentirías que Jesús respira en tu vida, Paz? “¿Dónde, oh muerte, está tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? (1 Corintios 15:55). Porque como dijo Jesús: “La paz les dejo, mi paz les doy. No como el mundo la da, yo se la doy a ustedes. No se turbe su corazón ni tenga miedo." (Juan 14:27)
La paz sea contigo y la paz sea con este mundo.
En medio de mucho dolor, podemos invitar a los que sufren a tocar con nosotros las heridas de Jesús y encontrar la paz. Porque las heridas de Jesús son lo suficientemente profundas como para abarcar todo el sufrimiento en este mundo. Su amor es lo suficientemente fuerte como para vernos a través de la noche más oscura. Su perdón es lo suficientemente expansivo como para soportar tu vergüenza y pecado. Su tumba está vacía para que podamos señalar la promesa de la vida en Jesús. ¡Cristo ha resucitado!
Los clavos no pudieron sostenerlo. El sello no pudo asegurarlo. La piedra no pudo detenerlo. La tumba no pudo contenerlo. Jesús vive. ¡Cristo ha resucitado! Se para en medio de nosotros y dice: "La paz sea con ustedes". ¿Proclamarías esa promesa esta Semana Santa? Es la paz que viene en medio del dolor. En tu propia vida, ¿proclamarías la paz en Jesús? En el mundo que nos rodea, que podamos ofrecer esta esperanza; En Jesús, paz. Esta Semana Santa, ofrezcamos como un regalo a nuestros vecinos, ciudades y países, una extensión de Jesús en nuestras oraciones, palabras y acciones de sacrificio: Paz.
En nombre de la Alianza Bautista Mundial, una familia unida en 125 países y territorios, esta Semana Santa, "la paz sea con ustedes".
Elijah M. Brown, Ph.D.
Secretario General
Translated by Carolina Mangieri
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